“Yo te creo”… es la frase que le permitió a Ana (nombre protegido) tomar la decisión de denunciar a su agresor. Ella es funcionaria pública y su escritorio estaba junto a la persona que terminó violentándola.
Foto: El Clarin
Aquí su testimonio:
“Viví unos episodios, antes de la pandemia, en los que mi compañero me levantó la voz. Me hacía reclamos que no podía sustentar. Posteriormente realicé mis actividades en modalidad de teletrabajo, una de las medidas que adoptó el gobierno por el contagio de covid-19, pero como la gran mayoría volví al trabajo presencial, pero ahora terminó siendo mi jefe directo.
Realicé el procedimiento administrativo para ir a la oficina unos días y otros continuar en teletrabajo porque había pasado por una cirugía recientemente. En un periodo corto, de unos días, desacreditó mi trabajo.
Él me decía que no le sirvo así, haciendo alusión al teletrabajo, que él pagaba para que cuiden a sus hijos, yo soy madre y nunca ha sido un impedimento para mi desarrollo profesional. Siempre sus palabras eran sobre aspectos personales, pero nunca sobre el cumplimiento de mis funciones. Me ridiculizaba y humillaba, yo soy funcionaria pública con 15 años de experiencia, y casi la mitad de los cuales he permanecido en esta institución.
La última vez que me agredió fue delante de un director de la institución en la que trabajo, había otros funcionarios también presentes, todos hombres. Levantó la voz y exacerbado se acercó a mí, yo reaccioné y di unos pasos hacia atrás. Pienso que si yo no retrocedía me hubiese golpeado en alguna parte.
Lloré, me desmoroné, tenía miedo… Sentí el silencio de todos, incluidos mis compañeros y compañeras que no estaban en la oficina, pero desde sus escritorios presenciaron todo.
Solicité el cambio de área, para evitar otro altercado, pero recibí una respuesta negativa. A la par, mi agresor había pedido que retorne al trabajo presencial al 100%, pero, hasta donde sé, le pidieron que justifique su petición. Hasta ahora no lo ha hecho.
Esto no solo afectó mi vida laboral. El miedo, la incertidumbre, el nerviosismo se apoderaron de mí. Un día, en un chat de mi área de trabajo, compartieron una imagen sobre el ambiente laboral, él contesto con otra donde las personas estaban desnudas, con cuchillos y sangre. En otro momento creo que no le hubiese prestado atención a eso, pero yo tenía miedo. Recordé que, en alguna conversación con otros compañeros, decía que a él no le gustaba ser la presa, siempre era el cazador.
Busqué ayuda en otra área de la institución y no me equivoqué. Yo te creo fue lo primero que escuché y sentí el acompañamiento desde el primero momento, las compañeras se organizaron para trabajar en turnos y hacerme compañía en la oficina. Mi agresor tenía su escritorio junto al mío, desde ese momento todo requerimiento lo hacía por correo electrónico. No me dirigía ya la palabra. Un día no me delegó tarea, yo hice otras que debo hacer diariamente, le comenté esto al director y al siguiente día tuve un recargo de tarea enviada por correo.
Decidí poner la denuncia formal ante las autoridades competentes. Luego, en Talento Humano me preguntaron qué pedía yo como reparación, a qué área me quería ir, todo esto, según yo, buscando una mediación, en ese momento supe que mis derechos no se negocian. La institución determinó que yo debía ser cambiada de área, no sé si primaron mis derechos u otros intereses. Yo hubiese preferido quedarme en mi área cumpliendo las funciones que he realizado por varios años.
En el proceso judicial iré hasta las últimas instancias, no quiero un castigo para él, deseo que entienda que no se puede violentar a las mujeres y que no pase nada. Espero que reflexione y cambie su trato hacía las mujeres. Ha sido duro transitar por este camino, pero no me voy a callar”.
Sanciones
En este caso, la Junta Metropolitana de Protección de Derechos de las Mujeres y las personas adultas mayores, con el fin de detener o cesar la violencia, concedió una boleta de auxilio a Ana. También se le prohibió al agresor realizar acciones de intimidación, amenazas o coacción en contra la funcionaría pública.
Las medidas de protección inmediata con el fin de prevenir la violencia dispusieron atención psicológica para Ana y que trabajo social realice el seguimiento del entorno social y laboral a fin de que se verifique la rectificación de conductas de violencia en contra de Ana.
Adicionalmente, se dispuso que el ciudadano acuda y participe en el “Club de Hombres por el Buen Trato” del Centro de Apoyo Integral Tres Manuelas, aunque no se determinaron las fechas de cumplimiento. Además, el Departamento de Mecanismos de Género deberá remitir un informe de las acciones administrativas y laborales realizadas a favor de Ana por los presuntos hechos de violencia de género en el ámbito laboral.
En Ecuador, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 6 de cada 10 mujeres sufren de violencia de género. Mientras que, las Naciones Unidas asegura que 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física, sexual o psicológica, al menos una vez en su vida.
La Defensoría del Pueblo, a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres, indicó que los agresores de agrupan en tres actores.
1.- Parejas, exparejas y personas conocidas.
2.- Grupos armados en el marco del conflicto armado.
3.- Agentes del Estado, representados en la fuerza pública y funcionarios públicos de entidades gubernamentales.
Unos 17 949 casos de violencias basadas en género contra las mujeres y personas con orientación sexual e identidad de género diversas han sido atendidos por la Defensoría del Pueblo desde el año 2018 hasta el 30 de septiembre del 2021. De estos casos el 90% son mujeres.
Fuente: El Comercio - Soraya Quillupangui
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